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Cosmovisiones en conflicto: ¿deliberación o imposición?
Última modificación: 18-04-2015
Resumen
La siguiente comunicación tiene como propósito examinar algunas ventajas de las teorías deliberativas de
la democracia a propósito de la despenalización del aborto. Para ello estableceremos comparativamente
cuál es son los características principales que poseen las teorías deliberativas y las agonistas en relación
a formas de lucha por el derecho al aborto. Sostendré que encuadrar estrategias de lucha por la
despenalización desde el enfoque agonista de la democracia supone una problemática y criticable
concepción de la legitimidad política sobre las políticas públicas que vuelven inestable cualquier conquista
de derechos por esa vía. Para llegar a sustentar dicha tesis, analizaremos qué supuesto aparecen en la
teorías agonistas a propósito de aquellos que piensan distintos, y veremos cómo estos supuestos son
además de altamente controvertidos sumamente peligrosos para los grupos vulnerables. Por otro lado,
contrariamente a lo que pasa con los modelos agonistas de la democracia, existen propuestas
deliberativistas de pensadores como Benhabib y Thomson, quienes brindan concepciones teórico políticas
superadoras de las problemáticas que puedan darse en términos de la construcción de legitimidad en
sociedades con cosmovisiones plurales y antagónicas. Para ellas, la pluralidad de voces que se expresan
en la arena pública sobre el aborto, sea a favor o en contra, debe y puede encontrar marcos deliberativos
que construyan leyes que procuren la igualdad entre los ciudadanos. En ese sentido, las filósofas
proponen un modelo de razón pública que permite pensar caminos para proseguir con la ampliación de los
derechos reproductivos.
Cuando pensamos en razones podemos hacerlo de dos modos. Es claro que existe una relación dinámica
entre las creencias u opiniones que posee un ciudadano de cómo ‘es’ el mundo y cómo ‘debería ser’ y las
razones que respaldan esas creencias y las acciones que decide llevar a cabo a lo largo de su vida. En
particular, las razones públicas son aquellas razones que tienen cierta fuerza e influencia persuasiva sobre
nosotros en tanto ciudadanos. Ahora bien, estas razones no sólo revisten un tipo de fuerza exógena que
va del foro político a la cultura pública sino que, por otro lado, estas ideas también se sedimentan en el
interior de las distintas doctrinas comprehensivas razonables o cosmovisiones. En tal sentido, el universo
de esta pluralidad de razones no sería nada menos que una cristalización que surge a través de la praxis
política de los ciudadanos y de sus instituciones políticas. Así pues, dentro del espacio político o del
espacio público cada ciudadano le concede singularmente algún peso normativo considerable a ese
conjunto de razones que llamamos públicas. Consiguientemente, esas razones públicas, tal como
podemos entenderlas serían públicas al menos en tres sentidos, a saber: por un lado, como razones
compartidas por los ciudadanos; por otro lado, razones que se aplican a materias vinculadas con el bien
público; y, por último, razones factibles de ser promulgadas de modo plenamente público, desde un
lenguaje y desde valores políticos comunes, una especie de lingua franca. Si se quieren construir
políticamente leyes legítimas sobre el aborto despenalizado, es en este marco en el que debe buscarse
profundizar estrategias en la que distintos actores sociales de los medios de comunicación asienten
discusiones, argumentos y modos de encuadre de las agendas de los candidatos a cargos públicos. La
democracia en tanto sistema que busca su estabilidad implica necesariamente que los ciudadanos se
relacionen políticamente entre sí como libres e iguales, y es por ello que atender a este tipo de razones en
los ámbitos precisados, fortalecería el desarrollo de una sociedad plural en términos profundos, no
superficiales. Este espacio demarcado permitiría el diálogo constructivo evitando que convirtamos en
extraños morales a aquellos que poseen doctrinas opuestas. La razón pública es la apuesta por un
espacio de respeto profundo al pluralismo y la búsqueda de los términos de cooperación más justos. Por
ello, su contenido se apoya en términos a los que todos podrían considerar como los más razonables,
porque las decisiones democráticas no deberían estar sujetas ni a justificaciones sesgadas ni a un
recuento de votos que se sostiene únicamente en preferencias subjetivas.
La tesis deliberativista de que la imposición de cualquier normativa jurídica debe estar justificadamente
fundada en términos que sean razonablemente aceptables por aquellos que se verán afectados en alguna
medida. Sin embargo, la búsqueda de fundamentos de políticas públicas a propósito de la despenalización
del aborto puede darse como un diálogo que lleva a un callejón sin salida, como una ‘lucha’ ideológica entre
facciones intentando imponer sentidos. Si bien, la democracia deliberativa no se abre como una ingenua
posición que alienta decisiones unánimes o desconoce las asimetrías de poder entre los sectores de la
sociedad, esta concepción tiene que poder explicar cómo pueden llegar a compartir ciertas premisas
básicas aquellos que piensan de modos opuestos. A nuestro juicio, esto es posible y no sólo eso, puede ser
en alguna medida beneficioso para poner en el centro de la escena la voz y las voces de todos sectores
vulnerables que pueden ser gravemente afectados – o ya lo están- por las decisiones políticas y normativas
injustas. Por ello, debemos ahondar en el interrogante de cómo los participantes del debate que poseen
discursos encontrados- a veces incompatibles- pueden reconocer las premisas que comparten dentro de un
marco deliberativo. Abonaríamos una posición agonista o agregacionista, si sostuviéramos la tesis del
‘diálogo imposible’, estas posiciones suelen hacer sus presupuestos con la simple afirmación de los mismos
evitando ponerlos en discusión. Creer que no existiría ningún suelo común entre sectores contrarios y que
las razones que poseen unos y otros son intraducibles de un lado a otro, es reducir todo esquema político
al sistema de pulseadas, es desconocer los diálogos entre quienes piensan diferente. Ahora bien, parecen
ser poco esperanzadores los resultados que existen en la búsqueda de ampliar derechos si las estrategias
para su consecución no toman en cuenta la fuerza de los mejores argumentos, sino por lo contrario, buscan
hacerse valer en esquemas de fuerzas políticas. Intentaré demostrar la falsedad de la tesis de la
inconmensurabilidad absoluta y veremos que a partir del uso de un tipo de razón pública en el espacio
deliberativo es factible proponer argumentos sustantivos propicios para la discusión en favor de la
despenalización del embarazo. El modelo deliberativo traza cuál es el horizonte de razonabilidad en el que
debieran moverse los discursos políticos al momento que se discuten políticas públicas respecto de la
suspensión voluntaria del embarazo.
la democracia a propósito de la despenalización del aborto. Para ello estableceremos comparativamente
cuál es son los características principales que poseen las teorías deliberativas y las agonistas en relación
a formas de lucha por el derecho al aborto. Sostendré que encuadrar estrategias de lucha por la
despenalización desde el enfoque agonista de la democracia supone una problemática y criticable
concepción de la legitimidad política sobre las políticas públicas que vuelven inestable cualquier conquista
de derechos por esa vía. Para llegar a sustentar dicha tesis, analizaremos qué supuesto aparecen en la
teorías agonistas a propósito de aquellos que piensan distintos, y veremos cómo estos supuestos son
además de altamente controvertidos sumamente peligrosos para los grupos vulnerables. Por otro lado,
contrariamente a lo que pasa con los modelos agonistas de la democracia, existen propuestas
deliberativistas de pensadores como Benhabib y Thomson, quienes brindan concepciones teórico políticas
superadoras de las problemáticas que puedan darse en términos de la construcción de legitimidad en
sociedades con cosmovisiones plurales y antagónicas. Para ellas, la pluralidad de voces que se expresan
en la arena pública sobre el aborto, sea a favor o en contra, debe y puede encontrar marcos deliberativos
que construyan leyes que procuren la igualdad entre los ciudadanos. En ese sentido, las filósofas
proponen un modelo de razón pública que permite pensar caminos para proseguir con la ampliación de los
derechos reproductivos.
Cuando pensamos en razones podemos hacerlo de dos modos. Es claro que existe una relación dinámica
entre las creencias u opiniones que posee un ciudadano de cómo ‘es’ el mundo y cómo ‘debería ser’ y las
razones que respaldan esas creencias y las acciones que decide llevar a cabo a lo largo de su vida. En
particular, las razones públicas son aquellas razones que tienen cierta fuerza e influencia persuasiva sobre
nosotros en tanto ciudadanos. Ahora bien, estas razones no sólo revisten un tipo de fuerza exógena que
va del foro político a la cultura pública sino que, por otro lado, estas ideas también se sedimentan en el
interior de las distintas doctrinas comprehensivas razonables o cosmovisiones. En tal sentido, el universo
de esta pluralidad de razones no sería nada menos que una cristalización que surge a través de la praxis
política de los ciudadanos y de sus instituciones políticas. Así pues, dentro del espacio político o del
espacio público cada ciudadano le concede singularmente algún peso normativo considerable a ese
conjunto de razones que llamamos públicas. Consiguientemente, esas razones públicas, tal como
podemos entenderlas serían públicas al menos en tres sentidos, a saber: por un lado, como razones
compartidas por los ciudadanos; por otro lado, razones que se aplican a materias vinculadas con el bien
público; y, por último, razones factibles de ser promulgadas de modo plenamente público, desde un
lenguaje y desde valores políticos comunes, una especie de lingua franca. Si se quieren construir
políticamente leyes legítimas sobre el aborto despenalizado, es en este marco en el que debe buscarse
profundizar estrategias en la que distintos actores sociales de los medios de comunicación asienten
discusiones, argumentos y modos de encuadre de las agendas de los candidatos a cargos públicos. La
democracia en tanto sistema que busca su estabilidad implica necesariamente que los ciudadanos se
relacionen políticamente entre sí como libres e iguales, y es por ello que atender a este tipo de razones en
los ámbitos precisados, fortalecería el desarrollo de una sociedad plural en términos profundos, no
superficiales. Este espacio demarcado permitiría el diálogo constructivo evitando que convirtamos en
extraños morales a aquellos que poseen doctrinas opuestas. La razón pública es la apuesta por un
espacio de respeto profundo al pluralismo y la búsqueda de los términos de cooperación más justos. Por
ello, su contenido se apoya en términos a los que todos podrían considerar como los más razonables,
porque las decisiones democráticas no deberían estar sujetas ni a justificaciones sesgadas ni a un
recuento de votos que se sostiene únicamente en preferencias subjetivas.
La tesis deliberativista de que la imposición de cualquier normativa jurídica debe estar justificadamente
fundada en términos que sean razonablemente aceptables por aquellos que se verán afectados en alguna
medida. Sin embargo, la búsqueda de fundamentos de políticas públicas a propósito de la despenalización
del aborto puede darse como un diálogo que lleva a un callejón sin salida, como una ‘lucha’ ideológica entre
facciones intentando imponer sentidos. Si bien, la democracia deliberativa no se abre como una ingenua
posición que alienta decisiones unánimes o desconoce las asimetrías de poder entre los sectores de la
sociedad, esta concepción tiene que poder explicar cómo pueden llegar a compartir ciertas premisas
básicas aquellos que piensan de modos opuestos. A nuestro juicio, esto es posible y no sólo eso, puede ser
en alguna medida beneficioso para poner en el centro de la escena la voz y las voces de todos sectores
vulnerables que pueden ser gravemente afectados – o ya lo están- por las decisiones políticas y normativas
injustas. Por ello, debemos ahondar en el interrogante de cómo los participantes del debate que poseen
discursos encontrados- a veces incompatibles- pueden reconocer las premisas que comparten dentro de un
marco deliberativo. Abonaríamos una posición agonista o agregacionista, si sostuviéramos la tesis del
‘diálogo imposible’, estas posiciones suelen hacer sus presupuestos con la simple afirmación de los mismos
evitando ponerlos en discusión. Creer que no existiría ningún suelo común entre sectores contrarios y que
las razones que poseen unos y otros son intraducibles de un lado a otro, es reducir todo esquema político
al sistema de pulseadas, es desconocer los diálogos entre quienes piensan diferente. Ahora bien, parecen
ser poco esperanzadores los resultados que existen en la búsqueda de ampliar derechos si las estrategias
para su consecución no toman en cuenta la fuerza de los mejores argumentos, sino por lo contrario, buscan
hacerse valer en esquemas de fuerzas políticas. Intentaré demostrar la falsedad de la tesis de la
inconmensurabilidad absoluta y veremos que a partir del uso de un tipo de razón pública en el espacio
deliberativo es factible proponer argumentos sustantivos propicios para la discusión en favor de la
despenalización del embarazo. El modelo deliberativo traza cuál es el horizonte de razonabilidad en el que
debieran moverse los discursos políticos al momento que se discuten políticas públicas respecto de la
suspensión voluntaria del embarazo.
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